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sábado, 2 de diciembre de 2023

ST PIERRE Y LA PUNTA DE LOS CASTILLOS


Desde la capital PAP, cogimos un bus hasta la Pointe des Chateaux. Las rocas en medio del mar tenían la forma de castillos recortados. Seguimos un sendero y las vistas eran impresionantes, con el Océano Atlántico rompiendo con furia bajo las rocas. Al fondo se podían ver las islas Désirade y María Galante.



Subimos hasta la cima del peñón más grande, donde habían instalado una cruz. Nos sentamos a la sombra de la cruz, a descansar y escribir un poco. Las vistas eran espectaculares. Paseamos por la bonita playa y nos mojamos los pies, nada de baño porque el oleaje era feroz.


De regreso paramos en Saint Pierre, un pequeño pueblo agradable, con casas de colores caribeños. Tenían una o dos plantas, y algunos balcones y porches. Estaba hermanada con Tenerife. Era una de las poblaciones más importantes de la isla de Guadalupe, por sus plantaciones de algodón y de caña de azúcar.

En la zona del Puerto de Saint Pierre vimos las redes amontonadas en el suelo, otras en forma de cestas grandes. Algunos pelícanos descansaban en las barcas varadas. Visitamos el mercado de pescado con grandes langostas de colores y grandes atunes rojos. Muy pintoresco.


Visitamos el Marché de la Rotonde, muy colorido, con frutas, verduras y artesanía con cocos y calabazas. Destacaban las botellas de “Ti punch”, la bebida estrella, hecha a base de mucho ron, lima y sirope de caña de azúcar. Decían que pegaba un buen calentón al cuerpo.



 

domingo, 11 de diciembre de 2022

EL JARDÍN DE BALATA

Los Jardines de Balata fueron creados en 1982 por Jean Phililipe Thoze, un apasionado de la horticultura que trajo ejemplares de muchas partes del mundo. Su biografía impresionaba y era de lo más interesante. Su padre trabajó en Gabón y a los 7 años el joven Phillipe fue a vivir allí. Luego viajó por Japón, Polinesia, Asia…Los Jardines que creó eran una maravilla.

Se accedía por una casa colonial antigua, con mobiliario de la familia y algunos trajes criollos. En la terraza de la casa habían puesto recipientes colgados con agua y azúcar, y los colibrís se acercaban a probarla, con sus rápidos aleteos.




Había grupos de altas palmeras de tronco estrecho y copa alta, endémicas de la isla. También juncos, bambús gigantes, el jardín japonés, un estanque con peces y nenúfares de flores lilas y blancas.

Se podía subir a unas pasarelas colgantes de los árboles, se balanceaban al caminar, y permitían ver el jardín desde las alturas.





Pasear por aquellos jardines resultaba de lo más agradable y relajante. Había gran variedad de plantas y flores con mucho colorido: bromelias, hibiscus, heliconias, anthuriums, dracenas y otras que no sabíamos identificar. Era una vegetación exuberante y una explosión de colorido tropical.









sábado, 10 de diciembre de 2022

LAS PLAYAS DE MARTINICA

Martinica era una isla del Caribe con preciosas bahías naturales, ocultas en su litoral, y decidimos conocer las más destacadas. Desde Fort-de-France cogimos un minibus para ir a Sainte Anne, a 47 km.Allí estaba la preciosa Plage des Salines, con arena blanca, aguas azules y altas palmeras inclinadas por el viento, El gran palmeral estaba bordeado por casuarinas, que formaban un muro verde frente al mar. Nos dimos un baño delicioso. Los chiringuitos ofrecían pescado asado con ratatouille, con zumos de guayaba y piña. 


Otro día cogimos un barco desde la capital Fort-de-France hasta Les Trois Ilets. El barco nos dejó en Pointe du Bout. Fue la playa que más nos gustó, con palmeras en torno a varias piscinas naturales protegidas por rocas negras, y con ambiente local. Familias con niños se bañaban en sus tranquilas y azules aguas.



Desde allí compartimos un taxi hasta la gran bahía les Anses d'Arlet, con palmeras y aguas transparentes verde azules. Nos prestaron gafas con tubo y pudimos hacer snorkel, nadando cerca de las rocas en un extremo de la playa.  Vimos bancos de peces que se mecían con las olas. Había peces con rayas negras, amarillos, verdes. La playa l'Anse a l'Ane era grande y con vegetación. 

El pueblo Anse d'Arlet du Borg estaba en primera linea de playa, con verdes montañas detrás. Tenía un embarcadero con la Iglesia de puntiagudo campanario en el centro. Era un bonito rincón caribeño.



viernes, 9 de diciembre de 2022

ST. PIERRE Y EL VOLCÁN PELÉE


El pequeño pueblo de St. Pierre era tranquilo, apenas cuatro calles paralelas junto al mar, y con la silueta imponente del Monte Pelée (Monte Pelado) al final de cada calle. El Monte Pelée era un volcán semiactivo y la montaña más alta de la isla Martinica

Las guías decían que tenía el honor de ser el tercer volcán más letal del planeta, y en su última erupción el 9 de mayo de 1902 arrasó el pueblo de St. Pierre. El volcán empezó a dar señales de actividad, pero los mandatarios las desoyeron y no alertaron a los ciudadanos. Murieron sus 30.000 habitantes. Sólo sobrevivieron dos personas, uno de ellos un preso encarcelado en la pequeña prisión. Un Museo Memorial lo recordaba.



El pueblo conservaba algunos edificios coloridos de dos plantas, con contraventanas de madera pintada de color granate, verde, azul. Algunas casas tenían buhardillas. Lo más destacable era el edificio del Ayuntamiento con porches y un reloj, el mercado de frutas con estructura metálica. Vimos alguna tienda de artesanía de cerámica y algún un café con porche agradable. La playa del pueblo era estrecha con arena negra volcánica.




Visitamos las ruinas de la prisión y del antiguo Teatro del s. XVIII, que se construyó para entretener a la población y las tropas francesas. Tenía capacidad para 800 espectadores, con altas columnas y un lujoso interior diseñado por el mismo artista que decoró la Ópera de París. Quedaba poco del esplendor de lo que fue, la escalinata doble y unas pocas piedras ennegrecidas entre vegetación verde. El dolor y la destrucción formaban parte del pasado.

La playa del pueblo era estrecha con arena negra volcánica. Comimos en un agradable restaurante abierto al mar. Pescado asado con mandioca, banana y ensalada. Era inevitable sentir la presencia del volcán dormido, con su cima envuelta en una corona de nubes. Esperemos que no vuelva a despertar.