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martes, 2 de diciembre de 2014

RESERVA INDIO MAÍZ

 

 
La entrada estaba custodiada por un puesto militar. Paramos y apuntamos nuestros nombres en el registro. Para llegar a la Reserva Biológica Indio Maíz había que coger una barca por el río San Juan. La reserva debía su nombre a los ríos Indio y río Maíz.
Emprendimos la caminata por la selva, pisando hojarasca y raíces entrelazadas; había tramos pantanosos y con lodo. Nuestro guía se llamaba Darwin, como el naturalista. Nos contó que su padre eligió el nombre en recuerdo de un amigo profesor, de los que iban en brigadas educativas itinerantes a enseñar a los pueblos. El profesor falleció en un barco en uno de los traslados. Darwin resultó ser un guía excelente, nos mostró plantas trepadoras que adherían sus hojas al tronco, como si fuera un tatuaje. Las lianas estranguladoras abrazaban los troncos de los árboles, en su afán por ascender en la selva buscando la luz. Se veían troncos trenzados y eran las lianas robustecidas, que habían exterminado a su árbol parasitado.





La zona se llamaba Aguas Frescas, pero hacía un calor húmedo tropical y teníamos la sensación de estar en una sauna. Los altos troncos de los árboles se elevaban buscando la luz solar. Había ceibas, palmeras, cedros y árboles del caucho. En Nicaragua había dejado de producirse caucho, aunque vimos las antiguas cicatrices en la corteza para extraer la savia blanca gomosa. En Brasil todavía existían las plantaciones de caucho, en las que habían trabajado duramente los esclavos en el pasado.

En el terreno había arañas, hormigas cortadoras de hojas, transportando sus trocitos verdes laboriosamente; termitas en nidos porosos de tierra; y la famosa “hormiga bala”. La hormiga bala debía su nombre a que si te picaba inyectándote el ácido fórmico, el dolor era parecido al recibir un proyectil de bala. Tenía tres cuerpos globulosos y medía unos dos centímetros, te clavaba sus mandíbulas y…Nos alegramos de habernos puesto botas con calcetines.


 
También había otras muestras de vida más amables, como una flor rojo intenso llamada por los nicas “labios de mujer” o “beso de mujer” o “labios de payaso”, al gusto. O la bonita mariposa Morpho, negra y azul eléctrico, que tenía en sus alas escamas que repelían el polvo. La simpática rana “Bluejeans” era roja y con las patas azules, como si llevara puestos unos pantalones tejanos. Más tarde supimos que los indios extraían de esas ranitas veneno para impregnar sus flechas. La caminata por la selva y la compañía y explicaciones de Darwin fue uno de nuestras mejores experiencias en Nicaragua.




© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego

viernes, 1 de octubre de 2004

EL PARQUE NACIONAL DE KAKADÚ





 

La puerta de entrada al Parque Nacional de Kakadú es Darwin, la zona tropical del continente. La primera noche la pasamos al raso, contemplando las estrellas del firmamento de las antípodas, la Cruz del Sur que orientaba a los antiguos navegantes. Australia tiene un territorio quince veces mayor que España y mucha naturaleza variada que ofrecer. En todo el país hay setecientos (¡) Parques Nacionales; nosotros sólo visitamos ocho de ellos.
Kakadú está repleto de cascadas que forman piscinas naturales, en las que puede disfrutarse de un baño delicioso. Llegamos a una garganta circular con altas paredes de roca. La catarata Jim Jim caía en una laguna de unos cincuenta metros de diámetro, con aguas profundas de color verde oscuro. Un cartel advertía de los peligros del baño por la presencia de cocodrilos. Nos dijeron que en aquella época no había, y nadamos con la esperanza de que no hubiera ningún cocodrilo despistado.





 
Cogimos un bote por el río Alligátor para ver los cocodrilos. El barquero tenía las letras “L-O-V-E” tatuadas en los nudillos de la mano. Con un pequeño espejo que reflejaba la luz solar nos señalaba las serpientes enroscadas en las ramas de los árboles. El río estaba repleto de nenúfares, algunos de más de dos palmos de diámetro, con flores lilas abiertas. A dos metros de distancia vimos un cocodrilo medio sumergido en la superficie del agua, como un tronco flotante, con la diferencia de que se distinguían sus negros ojos y sus escamas. Otro tomaba el sol en la orilla fangosa, junto a los manglares, totalmente inmóvil. También vimos iguanas, serpientes, y gran variedad de aves.


Cerca de Darwin está el Parque Nacional de Lichtfield con termiteros gigantes de varios metros de altura. El que llaman la Catedral tiene 6 metros de altura. Son pináculos de tierra rojiza endurecida. Las termitas construyen hacia arriba para mantener una temperatura cálida constante. Introdujimos un palo en una de las galerías y al momento salieron grupos de hormigas soldado que esparcieron un olor especial.





También visitamos el asentamiento aborigen de Ubirr, con pinturas rupestres en la roca de 20.000 años de antigüedad. Los pigmentos eran de tonalidades amarillas, ocres y rojizas. Se distinguían tortugas, peces y figuras humanas. Era la única huella de la presencia del hombre entre aquella naturaleza exuberante.