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lunes, 19 de julio de 2021

MONASTERIOS DE METEORA





Meteora era un valle con peñascos rocosos sobre los que se construyeron varios monasterios en el s.XIV. Albergaron a monjes ermitaños, que huían de los invasores turcos. Todos los monasterios estaban construidos en la cima de altos pináculos de 600m. de altura, con difícil acceso. Parecía imposible que se hubieran construido en aquella época, transportando y elevando los materiales. Los monjes utilizaban cuerdas para acceder a la cima. Con el tiempo, las cuerdas se sustituyeron por escalones tallados en la roca, a partir de 1920. Llegaron a ser 24 monasterios, muchos fueron destruidos en la II Guerra Mundial, y quedaban seis monasterios activos, que podían visitarse, y otros dos abandonados.

Kalambaka y Kastraki eran los pueblos base para visitar Meteora. Llegamos a Kalambaka en un trayecto de cuatro horas de tren desde Atenas. Estuvimos dos días recorriendo el valle, contemplando los monasterios y visitando el interior de cuatro de ellos.



















El Monasterio Agias Triadas o Holy Trinity, era famoso por aparecer en la película “Sólo para sus ojos”, de James Bond. Se subía por una escalera de 130 peldaños y atravesando un túnel en la roca, pero estaba cerrado, en restauración.

Visitamos el Monasterio Mega Meteoron, fundado por San Atanasios, sobre uno de los peñascos más altos, de 613m. Era enorme, con patios ajardinados, balcones de madera, estancias a varios niveles, una bonita Iglesia, museo y cocina. La cocina del s. XVI conservaba todos sus cacharros y vasijas de barro, y un horno de cocción. El Museo mostraba iconos, cruces, cálices, pergaminos y libros antiguos. La Iglesia ortodoxa estaba muy recargada, como todas, con iconos, lámparas doradas colgantes, velas, atriles, sillería labrada y frescos religiosos.
















El Monasterio Agios Stefanos, tenía una bonita iglesia con frescos del s.XIV y un museo religioso con iconos. Desde el exterior vimos el Monasterio de San Nicolás Vandavas, con cuevas excavadas en la roca, estructuras precarias de madera y escaleras colgantes,












El Monasterio Varlaam, de 1518, se construyó sobre una ermita anterior. Su alta torre conservaba las cuerdas con el cesto que utilizaban los monjes como montacargas. Subimos por una escalera tallada en la roca, atravesando túneles excavados. Era el segundo monasterio más grande tras Mega Meteoron. Tenía un museo histórico y religioso con iconos y cuadros de batallas. Nos dijeron que en la actualidad vivían once monjes, con algún trabajador que ayudaba en la cocina y otras tareas. Vimos alguno de los monjes barbados ortodoxos. Eran pocos los que elegían esa vida de soledad y sacrificio. Hasta los años 60 no tuvieron electricidad, y debían ser fríos en los crudos inviernos.





El último que visitamos fue el Monasterio Roussanou, habitado por una comunidad de monjas. Iban vestidas de negro con tocas en la cabeza. Atendían la tienda de objetos religiosos, y elaboraban mermeladas y miel de sus panales, que vimos. Los jardines privados estaban muy bonitos y cuidados, de un verde intenso y con muchas flores. Tenía un gran balcón con vistas espectaculares del valle.














Meteora era un lugar espiritual en una naturaleza espectacular. Merecía ser considerado Patrimonio de la HumanidadHabía que respetar el lugar y por eso se prohibían actividades como la escalada, y la visita con pantalón corto y hombros descubiertos. Paramos en varios miradores con panorámicas espectaculares de las grandes rocas negras rodeadas de verde vegetación y salpicadas de monasterios de tejados rojos, y contemplamos la puesta de sol. Un lugar especial para recordar, una maravilla.


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viernes, 18 de octubre de 2019

EL DZONG DE PARO


El Dzong de Paro no era tan grande como el de Punakha, pero también impresionaba. Estaba a orillas del río, y entramos por la carretera de la parte superior. Subimos las escaleras de acceso y pasamos por una galería con pinturas murales de deidades budistas. A un lado estaba la Rueda de la Fortuna.


Accedimos a un patio donde encontramos hombres y mujeres butaneses vestidos de gala, una alfombra roja y revuelo de monjes. Era una visita del Ministro de Cultura, vestido con un chal naranja sobre el go, y botas de cuero adornadas. Todos los vips se alinearon y entraron en el recinto principal. Les hicimos fotos y seguimos nuestra visita.




          



En otro patio vimos la actuación de un grupo de unas 50 mujeres ataviadas con la kira, el traje tradicional, la chaquetilla de seda y falda largas, con estolas al cuello Se colocaron alineadas en semicírculo, bailaron y cantaron varias canciones. Sus trajes eran de gran colorido y fue un bonito espectáculo que nos regalaron. Toda una sorpresa para acabar la visita del Dzong.




jueves, 17 de octubre de 2019

EL TEMPLO DE LA FERTILIDAD

 

En el Valle de Punakha hicimos una pequeña caminata atravesando arrozales, campos cultivados y pequeños pueblos. Visitamos el Chimi Lhakang, un templo peculiar dedicado a la fertilidad.

El templo o monasterio fundado en el s.XV, fue bendecido por el Lama Kinley, un santón conocido como el "Santo Loco" o el "Loco Divino" por sus formas poco ortodoxas de enseñar el budismo mediante el canto, el humor y el comportamiento escandaloso con connotaciones sexuales. Utilizó los símbolos del falo como pinturas en las paredes y como falos voladores de madera tallada en los techos de las casas, en las cuatro esquinas de los aleros. No sé que hice con la foto del templo que la perdí (tal vez los dioses me castigaron por descreída); así que esta foto de la parte inferior es cortesía de Google.


Foto cortesía de Google

Las parejas que tenían dificultades para concebir, acudían allí y la mujer se colocaba un gran pene de madera en la espalda o la parte delantera y daba tres vueltas al templo. Luego enviaban fotografías con los bebés que probaban la eficacia del ruego. Curioseamos el álbum del monasterio, con parejas de varios lugares del mundo.

El pueblo estaba lleno de falos de madera de todos los tamaños, decorados en colores con bastante creatividad, incluso pintados en las fachadas. Tradicionalmente, los símbolos de un pene erecto en Bután tenían la intención de alejar el mal de ojo y los chismes maliciosos. Junto al camino encontramos una niña sonriente sentada, no sabemos si fruto de la oración a los dioses. Una curiosidad más de Bután.


martes, 15 de octubre de 2019

BUTÁN, LA LLEGADA Y EL CHORTEN TIMBHU

 

Bután nos atraía hacía mucho tiempo, pero durante años nos resistimos a viajar por la obligación de pagar las caras tasas diarias. Formaba parte de la política de “Felicidad Nacional Bruta” que rige el país. Una parte era la Tasa de Desarrollo Sostenible, destinada a invertir en educación y asistencia sanitaria gratuitas para los butaneses. Como vimos que no cambiaba la normativa, decidimos viajar desde Nepal, era más económico, incluso pudimos regatear el precio final. 

Volamos con Drukair, la compañía butanesa. El vuelo desde Kathmandú apenas duró una hora y fue espectacular. Estábamos en el lado izquierdo que tenía mejores vistas de la Cordillera del Himalaya con sus picos nevados. El cielo estaba completamente azul, sin una sola nube. Y las montañas parecían cercanas. Un panorama único y magnífico.

Bután contaba con 18 picos de más de 7000m de altitud. Sólo uno de ellos estaba abierto a los alpinistas. Decían que el Gagkhor Puensum de 7451m era el monte más alto sin escalar del mundo. No estaba permitido por razones religiosas.

El Aeropuerto de Paro era el más bonito que habíamos visto. Leímos que era uno de los diez más peligrosos del mundo. En medio de la cinta transportadora del equipaje había una maqueta gigante de un Dzong, la mezcla de Monasterio y Fortaleza. El Aeropuerto estaba en Paro, a 48km de Timbhu, la capital.

Nos recogió Tashi, un chico joven vestido con el go, el traje tradicional. Tashi fue nuestro guía en los días que pasamos en Bután. Como gesto de bienvenida nos ofreció dos pañuelos blancos de seda, como hacían en el Tibet.


Lo primero que vimos en Bután fue el National Memorial Chorten, conocido como Chörten Timbu, un monumento religioso budista construido en 1974. Era una estupa blanca coronada por un capitel dorado. Al entrar vimos unas grandes ruedas de oración, de unos 2m de altura. El ambiente era de misticismo y devoción.

Lo más interesante fue la gente que había alrededor y sentados en esteras sobre el suelo. Eran peregrinos butaneses, la mayoría muy ancianos, con el pelo canoso y rostros surcados por arrugas. Giraban sus molinillos de oración. Llevaban su comida y comían con calma. Algunos nos sonreían al pasar y otros seguían a lo suyo. También había monjes budistas de túnica granate, con el hombro derecho al descubierto.