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domingo, 7 de marzo de 2021

LA DANZA DE LOS DERVICHES







Los derviches se reunían cada viernes en un cementerio de Jartum. Fuimos al atardecer. El cementerio tenía pequeñas lápidas de piedra con inscripciones árabes, algunas pintadas de verde claro. Al fondo oímos cánticos. Eran un grupo numeroso entre los que tocaban unos panderos y cantaban, los que bailaban y los espectadores. Estaban junto a dos bonitos templos verdes con cúpulas. Los hombres vestían sus largas túnicas blancas y turbantes o casquetes musulmanes. Nos unimos al grupo y contemplamos extasiados la ceremonia. Parecía festiva, pero tenía sentido religioso, sin ser solemne. Decían que cuando llevaban horas cantando y bailando era cuando entraban en trance y giraban.

Los derviches eran un grupo religioso musulmán sufí, de carácter ascético o místico, con origen en el s.XII. En Turquía habíamos tenido oportunidad de ver a los derviches giróvaros, que giraban sobre si mismos con sus faldas al vuelo.



Además de los derviches había un par de santones con rastas y ropajes verdes, niños y un grupo de mujeres con velos de colores. Las mujeres ululaban de vez en cuando, animando los cánticos. Los espectadores se balanceaban al ritmo. Una mujer mayor salió al centro del corro bailando rítmicamente y poniendo los ojos en blanco. Otros hombres bailaban sonriendo, levantando los brazos, les ponían billetes bajo el turbante y bailaban sin que se les cayeran. Estuvimos absortos contemplando la ceremonia, entre la muchedumbre. Fue nuestra despedida del viaje por Sudán.





 



domingo, 17 de marzo de 2019

PLAYAS DE COSTA DE MARFIL

Desde Grand Bassam un taxi colectivo nos llevó en una hora hasta Assinié. Assinié estaba entre la Laguna Aby y el mar, que se abría en el Golfo de Guinea. Una barca cruzó la laguna y nos dejó en la franja de tierra que daba al mar. La playa se extendía 18km. a lo largo del Golfo de Guinea, bordeada por altas palmeras. La arena era más blanca que la dorada de Grand Bassam, y fue la playa más bonita que vimos en el país.



En Grand Bassam era un espectáculo pasear por la playa y ver a las familias bañándose en el mar. Las olas rompían y formaban espuma blanca. Decían que cada año fallecían cientos de personas en el mar por las fuertes corrientes. La mayoría de la gente se quedaba cerca de la orilla jugando a saltar las olas entre risas y griterío. Por la orilla paseaban algunos caballos. Era un conjunto abigarrado y curioso, unas playas con gran animación.






El paseo por la playa de Mondoulou hasta el pueblo de Modeste, a 8km. de Grand Bassam fue fantástico. Las barcas de madera, alargadas y sencillas, estaban varadas en la arena. Encontramos varios grupos de pescadores,  unos arrastraban las redes del mar desde la arena, colocados en hilera. Otros recogían la captura de las redes y la colocaban en grandes palanganas metálicas que se llevaban las mujeres sobre la cabeza. Los niños zascandileaban alrededor.






Nos bañamos en una zona más solitaria. El oleaje era fuerte y se notaba la resaca que arrastraba. Bebimos agua de coco que nos ofrecieron unos chicos al pasar, y que cortaron con machete. El agua de coco nos refrescó. También compramos naranjas y jugosas piñas a unas mujeres que llevaban a sus niños atados a la espalda con un pañuelo. Vimos medusas gigantes en la arena y decenas de cangrejos correteando cerca de la orilla, dejando pequeños orificios en la superficie. 

Durante la mayor parte del trayecto estuvimos totalmente solos en la playa. Sólo teníamos el océano rugiente y espumoso a un lado, y al otro las palmeras con algún cobertizo de cañas. Resumiendo, en Costa de Marfil pueden encontrarse playas maravillosas, salvajes y solitarias, con pescadores y llenas de gente y de vida.







© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego

martes, 26 de febrero de 2019

EL DIENTE DE MAN Y LAS CASCADAS






Habíamos llegado a Man tras interminables horas de autobús desde Abidján, la capital de Costa de Marfil. El trayecto estuvo amenizado por los vendedores ambulantes de las paradas, que elevaban sus mercancías hasta la ventanilla y nos ofrecían baguettes, huevos duros, plátanos, pollo frito y bebidas varias en bolsas de plástico.

Desde Man hicimos una excursión de un día a las cascadas. Pasamos por un pueblo de casas de adobe. Las mujeres extendían el café o el grano en esteras tendidas en el suelo, para que se secaran al sol. Algunas acarreaban grandes palanganas en la cabeza, transportando comida. Otras llevaban grandes haces de leña que pesaban un montón de kilos, y sin embargo, caminaban erguidas y con elegancia.






Los niños jugaban y nos gritaban “cui-cui” que significa blanco. La gente hacía vida fuera de sus casas. Las madres hacían trencitas a las niñas y las adornaban con cuentas de colores. Todos nos saludaban con un educado “Bonjour, madame”, “Bonjour, monsieur”





Las cascadas más famosas de la zona eran las Cascadas Zapledeu, pero pertenecían a otro municipio y los alcaldes estaban enfrentados, por lo que habían cerrado el acceso temporalmente. Así que tuvimos que ir a otras cascadas. Caminamos por un estrecho sendero, por el que revoloteaban mariposas negras y azules, y con las vistas del llamado “Diente de Man”. El Diente de Man era una montaña rocosa con forma picuda.





© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego